Otro cuento adolescente.
Se levanta a la mañana, otra misma mañana podrida de siempre. Se levanta para ir a escuchar a viejos reprimidos dar sus lecciones, decir los pensamientos que hace tiempo establecieron para repetirlos año tras año, curso tras curso, hasta que sus secas y dolidas gargantas dejen de hablar. Se pone las medias antes que nada porque tiene frío. Siente el frío de la cruel mañana, que ni siquiera es día porque no se asoma ningún haz de luz por la ventana. Encima llueve. Maldice en todos los idiomas que conoce: va a tener que ir con el viejo. Baja apurada las escaleras mientras la mamá le da un café con leche y 5 pesos - Para que comas- le aclara. - ¿Para qué los voy a usar? ¿Para comprar una cajita de chinches y tirártelas una a una? ¿Para qué mierda los voy a usar??- piensa al mismo tiempo que dice un gracias sin ironía, se los guarda en el bolsillo y el viejo le abre la puerta del auto.
Nada. Ve la lluvia por la ventana y se enoja de no poder sentirla.
- ¿Había que hacer algo? Matemática, lengua, historia...da lo mismo, ¿de qué me sirve? ¿De qué le sirve a un cadáver saber que dos mas dos es cuatro, que muerte es un sustantivo y que el 9 de julio se juró la independencia? ¡Qué independencia ni tres carajos! ¿De qué sirve cumplir tareas idotas?- reflexiona mientras ve las mil caras dormidas pasearse por las veredas húmedas.
Invisible entra al establecimiento: todos formados, listos para empezar la batalla diaria de las personas. Personas asquerosas, adolescentes que son nada y se creen todo, se creen nada y pretenden ser todo; porquerías, desperdicios de la humanidad, mugre acumulada, hirientes adolescentes esperando atacar o ser atacados, quién sabe.
Se suma a una de las filas, es tarde y por suerte no tiene que saludar. Sigue derecho hasta el final, jura lealtad a su bandera y sube al aula con el resto del ganado.
Atrás se acomoda, saluda a su compañera. Entra la profesora con humor de "se me cayó el café en el pantalón, no me arrancó el auto y todavía no me pagan". Pide la tarea: nadie la tiene: grita, chilla, molesta.- Ojalá se callase- piensa.
Mira a los costados: los idiotas de siempre.
Uno golpea al otro con un lápiz, otro dibuja caricaturas de ella y las muestra burlón a los demás bufones del campo de batalla. -Esos cerdos asquerosos- dice entre dientes. Uno de los chicos le hace burla, le dice gorda, le dice loca, le dice "freak", le dice que se hace la mala y que no le queda bien. Otro la mira y casi la escupe con la mirada, le susurra que ni las tachas, ni el negro, ni esa miraba cabizbaja la hacen más fuerte.
Ella ya lo sabe. Sabe que su música, que su ropa, que su forma de ser no la ayudan en nada, pero es lo único que es, es lo único que tiene, es lo único que consiguió. Lo compró de la tele, sí, de las revistas, sí... pero es lo único de ella. A veces piensa que si fuera como las demás sería menos infierno su vida. Sería bien vista, su mamá se lo diría a cada momento, y tendría un millón de amigos para salir a pasear por la grandiosa ciudad. A veces cree que su problema es ella entera, otras veces al revés, pero igual, siempre termina culpándose a si misma y desearía irse. ¿A dónde? Todavía no lo decide.
Las demás la miran como un bicho raro, y ella desearía mirarlas igual. Pero ni se molesta, -¿Para qué? ya tendrán tiempo para mirar con desprecio los cadáveres de todos, y cuando miren el mío, ojalá sientan verdadera pena; - mientras garabatea en una hoja cuadriculada unos dibujos extraños.
Mira a esas nenas tratando de ser distintas y le dan asco. Se enajenan del mundo y pretenden cosas que no les pertenecen. Se creen mejores, se creen superiores, porque seguro que ellas son buenas, sus mamás se lo dijeron, y lindas, también se lo dijeron, y tienen todo bajo control. -¡Fuck them! ojalá se pudran....
Se pasa el día observando a la gente y estudiándola: él es bueno, él es malo, ella es linda, él es un idiota, ella es inteligente, Él le gusta.
Lo mira cuidadosamente, sabe, le parece que sufre casi como ella. Lo mira con ojos de compasión. Casi siempre cuando llega a su casa escribe poemas de amor sobre Él, escribe sus fantasías con Él, y hasta a veces se encierra en el baño pensando en su cuerpo.
Él le gusta porque es tan raro y triste como ella, le gusta porque Él la miro un día y le sonríe cuando la ve. – Estupideces - piensa, pero le gustan, yo sé que le gustan. Él la quiere, la cuida, la llama, le dice que no llore, que no hay por qué sufrir. A Él también le gustaría desparecer. Siempre sueñan juntos con ser agua y de repente evaporarse: trasformarse en pequeñas partículas de aire y desvanecerse. Es curioso porque en la mayoría de las charlas ella sola habla, él se limita a escuchar. Esto me resulta extraño, varias veces me lo planteé, pero igual pienso que es un buen chico, es simplemente callado. De cualquier forma, los dos se sienten terriblemente desdichados, pero tratan de acompañarse, al menos, hasta que se decidan a hacer algo con eso que la gente llama vida.
Se pone la campera, porque el día no mejoró desde la mañana, y va camino a su casa. Esquiva a todos los posibles conocidos y toma la ruta más larga. En esos viajes siempre tiene ideas geniales. Siempre imagina situaciones: buenas y malas. Piensa en su futuro, piensa si tendría un futuro, piensa si le gustaría tenerlo. Cuando ve a la gente en el colectivo con cara de luto se arrepiente de elegir vivir. Ella eligió. Cuando la muerte se le presentó en una cápsula marrón dentro de la mano de su amiga prefirió guardársela en el bolsillo e irse a su casa corriendo entre lágrimas. – ¡Tendría que haberla tomado!- ahora se arrepiente, - Quizás estaría con Melisa...tendría que haberla seguido -
Claro que cuando los padres se enteraron del suicidio de la mejor amiga de su hija la llevaron al psicólogo. Pero éste no hizo nada, solamente la escuchaba y trataba de convencerla de que la muerte no era una salida, no era una alternativa, que hay cosas mejores, que todos tenemos un futuro y que más a la edad de ella. – ¿Qué mierda sabe este boludo de oportunidades y de futuros? – me gritaba mientras me pedía ayuda. Porque sí, ella pidió ayuda, exigió comprensión. Pero nadie hizo más que escucharla y decirle que todo iba a estar bien en algún momento, que son cosas de adolescentes.- La muerte no es algo de adolescente, es algo de muerte- escribía en sus notas.
Llega a la casa vacía. Siempre está vacía y a ella le encanta. Toma algo, y sube a su cuarto. Se conecta a Internet, el Msn como siempre, su mejor amigo. La computadora es su confidente. Ella sabe todo, toda la verdad de las cosas, de su vida. Ella guarda todas sus cartas de despedida, que son muchas. ¿Cuántas veces se habrá despedido esta chica? Montones. Pero nunca se anima, nunca está tan oscuro. Trata de alejarse de ese pensamiento porque a veces se asusta. Es inteligente y sabe que debe ser la última alternativa. Ella espera. Indefectiblemente espera algo que hace años que no le llega.
Sentada frente al monitor habla con conocidos a los que nunca les vio la cara, pero se entiende con ellos. Hablan de música, de comida, de ropa, de gente, del mundo. De todo un poco. Conversa sin nervios, ni presiones y con la seguridad del anonimato. Pero todo cambia cuando lo ve a Él conectarse. – ¡Mierda! ¡Cómo lo odio!- y escribe un hola sencillo y seco.
Con Él se cuida más. Habla tratando de demostrarle que es tan gris como Él, que está tan decidida como él. Moda, pienso yo. Una moda fatal, mortal, pero no puedo hacer nada. Igual, de alguna manera, Él es el único que la mantiene respirando, Él es factor que la mueve. – Mentiras- se responde, pero yo sé que es así.
A la noche, antes de irse a dormir desea a la mañana no despertarse y al mismo tiempo piensa que es una lástima y se pone a llorar. También antes de cerrar los ojos se imagina con Él, tirada en una cama dándole abrazos. A veces se asquea tanto de ese pensamiento que tiene pesadillas sobre quedarse pegada y no poder separase. Pero ese es uno de sus mejores sueños. En los peores está ella sentada en el colegio con todos sus compañeros mirándola y riéndose. Cuando se despierta, está transpirada y se pone a llorar, porque sabe que de fantasía no tiene nada, que es su realidad, y que a la mañana lo va a vivir en carne y hueso.
No aguanta esa idea, simplemente no la aguanta y escribe otra carta de despedida. En ese momento suena su teléfono celular. Poca gente tiene su número, también poca gente llama a esa hora. Es Él, Él llorando, Él diciéndole que así no puede ser, que tiene que hacer algo, Él suplicándole que lo acompañe, que tiene miedo.
- No te preocupes, ahora si querÉs me cambio y voy para allá.
- ¡No, no! No vengas acá, yo voy a tu casa...¿puedo ir? O nos encontramos en algún lado...por favor, necesito que me acompañes.
- Sí, está bien, ¿en la parada del 133 te parece?
- Sí, anda rápido, por favor.- mientras lloraba desconsoladamente.
Asustada ella también, se pone lo primero que encuentra, agarra la cápsula marrón que había guardado en el cajón de la mesita de luz y sale. La mamá la putea desde el sillón, pero ella sale. No sabe por qué sale, ni por qué Él la llamo, ni que le pasara, ni por qué agarro la cápsula. Pero esta afuera y ya siente el frío.
Está a una cuadra y lo ve, nervioso, caminado en círculos histéricos. La abraza cuando llega y le suplica morirse con él. Le suplica despedirse.
- ¡No, decíme qué te pasó antes, decíme qué pasa!- le susurra mirándolo a los ojos en el medio de la oscuridad de la calle.
Él saca nervioso un arma de su bolsillo.
- Ya no se puede estar así, no se puede vivir así.- le dice perturbado, con los ojos llenos de lágrimas.
- Pero decíme qué te paso?
- No se puede decir tal cosa, no se puede... me voy a ir de esta vida y antes quería despedirme de vos, me voy a ir, porque no puedo más...
- No, no por favor. Si vos te vas yo también.- y saca del bolsillo la cápsula marrón.
- Sabía que ibas a traerla... - dijo casi en un susurro y sus ojos brillaron
-Sí, la traje, no se por qué...no sé...
- Tomátela – le interrumpió.
- Pero... ¿vos?...
- Yo después...primero vos. Dale, ¿no harías eso por mi? Tu última voluntad sería mi última voluntad. Los dos juntos nos despedimos, y mientras vos digerís la pastilla yo me disparo.- le dijo rápido, sin respirar, sin pausas.
- Está bien, está bien, los dos juntos.- se llevó la pastilla a la boca y se la tragó.
Y ahí en el medio de la calle se encontró su cuerpo, tieso por el frío, solitario y lleno de veneno.
Yo después me di cuenta de todo. Recién al día siguiente lo vi a Él riéndose con sus amigos, festejando su victoria.
A veces los adolescentes pueden ser más crueles de lo que se piensa. A veces hay travesuras que dejan de serlo para convertirse en atrocidades. Ojalá yo la hubiera advertido, pero no pude, porque no sabía. No encuentro el sentido de tanta maldad. Él jugó con su vida, la llevo por los senderos que quiso y la mató. Él la mató por una simple apuesta con amigos. Y ella, y yo, que habíamos pensado que era un buen chico, que era uno que sufría como ella. Mentiras, eran maniobras macabras para demostrarles a sus amigos que Él podía ser tan desalmado como el resto de la gente, como los demás.
Ojalá la hubiera advertido de tal brutalidad, pero a veces la conciencia no puede hacer más que mirar.
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